Soy Ángela, tengo 25 años y acabé mi grado en fisioterapia en el año 2017. Antes de terminar el grado ya tenía trabajo. Empecé en la Clínica Aguilar donde me desarrollé como fisioterapeuta en traumatología, deportiva, neurología, pilates e hidroterapia. Además, aprendí a ver a las personas mucho más allá de su lesión. Seguidamente, empecé a trabajar en geriatría y descubrí una parte escondida de mi vocación.

Mi vida laboral era ajetreada y buscaba una estabilidad. En diciembre de 2019 Tercera Actividad Aguilar me abre sus puertas, conozco la residencia y en mi debilidad pensé «éste no es mi momento», y dije que NO a una oportunidad muy grande. Muchas circunstancias me llevaron a dejar todo mi trabajo y provocar un cambio, parado por la pandemia. Llegué a estar dos meses sin trabajo, y justo lo encontré en el ámbito que yo buscaba, dependencia y discapacidad. En julio de 2020 comienzo a trabajar en COCEMFE CYL. Lo que no sabía es que lo mejor estaba por llegar.

En este momento, paso de ser pluriempleada a tener un único trabajo, además a domicilio, algo que me encanta porque no hay nada más personal que abrir las puertas de tu casa, trabajar con lo que tengas a mano y conocer a la persona en lo más íntimo. De repente, Tercera Actividad Aguilar se presenta de nuevo, y aquel trabajo que en su día rechacé me vuelve a llamar. Evidentemente ahora digo que sí, un sí pequeñito y con muchas inseguridades, pero allí me presenté en agosto de 2020.

Llevo menos de un año trabajando aquí y puedo decir que cada día es mejor que el anterior. Soy fisioterapeuta, y viendo a los residentes a diario me doy cuenta de lo que verdaderamente es mi vocación. Muchas veces no puedo aliviar su dolor, en ocasiones, mis tratamientos se vuelven imposibles o mis manos no saben actuar, porque la vida de la persona que tengo delante tiene una historia muy dura. Es entonces cuando soy consciente de que mi trabajo consiste en cargar con sus cruces, con sus dolores y con sus alegrías, y con eso mejorar su calidad de vida, aumentar la actividad para poder mantener sus capacidades físicas y reducir al mínimo su dolor. Ellos muchas veces dicen que les «curo», pero es mentira, yo camino con ellos de la mano, con el andador o incluso muchos días ellos me llevan a mí. Siento que es muy fácil trabajar en este ámbito y que cada día me enseña una lección. Durante la pandemia tuve mis crisis, y muchas veces me sentía inútil: encerrados ¿cómo iban a mantener sus capacidades físicas? Ellos se adaptaron a todo, son esponjas y te das cuenta de que en tu trabajo solo necesitas observar y ver qué necesidades tiene la persona que está delante.

Lo que más valoro son los gestos de amor. Las personas que viven en una residencia te abren su corazón de par en par, y tienes que saber aprovecharlo. Son personas que en general han entregado su vida al trabajo, a la familia… y ahora, ¿qué necesitan? Necesitan que les escuches, que les sirvas y que te olvides de ti para estar con ellos. 

«La fisioterapia es la tarea de crear movimiento con el cuerpo, pero sobre todo con el corazón», sin ese corazón en movimiento es imposible que un tratamiento funcione.