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No hay edades, sino experiencias: Julia, el valor de disfrutar de las pequeñas cosas

No hay edades, sino experiencias: Julia, el valor de disfrutar de las pequeñas cosas

Su mente ya no es la que era, a veces está aquí y otras se queda anclada en el pasado. Pese a todo, no pierde la sonrisa y disfruta de las pequeñas alegrías que le da la vida: su hija, sus nietos, el chocolate o un buen baile.  Julia tiene 87 años y la mayor parte de ellos vivió en León, aunque es natural de Villaobispo de las Regueras, junto al río Torio.

Ella ya no puede contar su historia, nos la narra su hija Lucia. Así, sabemos que tan solo pasó dos años en Villaobispo con sus padres y sus hermanos. Julia era la pequeña. Pronto se trasladaron a León y allí estudió hasta que cumplió los 14. En sus ratos libres le gustaba jugar con sus hermanos y amigos. Al acabar los estudios trabajó durante tres años como sirvienta en una casa y después en una confitería. Hasta que conoció a su marido, Gabriel, el amor de su vida. Ella tenía 19 años y desde entonces y hasta la muerte de él, no se separaron.

Tuvieron dos hijos, Grabriel, que llegó al poco de casarse, y Lucía, una década después. Para ambos “fue una alegría volver a ser padres”. Cuando se fueron haciendo mayores y abandonaron la casa, Julia y Gabriel disfrutaron juntos de su madurez, “jugaban a las cartas y hacían muchos planes”. Les encantaba salir a cenar todas las semanas y, cómo no, viajar, sobre todo, al Mediterráneo, a Benidorm. Siempre juntos. Hace diez años, cuando la enfermedad se llevó a Gabriel, a Julia se le apagó la vida. Fue su hija Lucía quien cuidó de ella. Vivían en el mismo edificio y, de vez en cuando, le llevaba “hamburgesas del Burguer King”, que a Julia le encantan. 

Llegó a Tercera Actividad León hace dos años y aquí es feliz. Su hija, su yerno y sus nietos, la visitan a menudo y a ella se le iluminan los ojos. Irradia tanta luz, es tan cariñosa y risueña, que hay quien la compara con un ser mitológico, lleno de magia, el unicornio. Aunque su mente, en ocasiones, divague o se despiste, Julia es el ejemplo perfecto de que hasta en la adversidad hay que sonreír y saber disfrutar de las pequeñas cosas que te da la vida, ya sea un ser querido, una hamburguesa, un buen baile o simplemente, una taza o un trocito de chocolate.