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No hay edades, sino experiencias: Lali, independiente y dulce

No hay edades, sino experiencias: Lali, independiente y dulce

Lali, Tercera Actividad Aguilar

Transmite dulzura en cada palabra, como la de las galletas que amasó en su juventud. Lleva ya casi una década viviendo en nuestro centro Tercera Actividad de Aguilar de Campoo. Lugar al que llegó por decisión propia y en el que se encuentra “muy a gusto”. Lali cumplirá 99 en diciembre y se nos revela una mujer activa e independiente.

“El anterior fisioterapeuta, Álvaro, me decía que no me acobardase. Gracias a él hoy puedo andar”, nos cuenta, “yo llegué aquí con un bastón, él me dejó un andador y estaba muy pendiente de mí”. Ángela, la nueva fisio, también es maravillosa, muchas veces me duele la espalda y, simplemente, con que me acerque la mano, ya me encuentro mejor, tiene una manos milagrosas. No tiene más que palabras de agradecimiento para el centro y para las personas que le atienden a diario.

Es más, nos cuenta que fue ella, quien decidió vivir aquí. “Les dije a mis hijos que yo no estaba para viajes, ni para ir de un lado a otro, que prefería estar aquí y, mira, ya va para nueve años”.  Un tiempo en el que ha procurado participar en las actividades y ayudar en todo lo posible, “me gustaba mucho coser, remendar toallas o lo que me diesen, ahora ya, la vista no me deja”. Eso sí, siempre ha de estar “activa, entretenida”, ¿cómo lo logra? Le encantan los crucigramas y los sudokus. A sus 98 los resuelve con una agilidad que ya quisieran para sí muchos jóvenes. También ha empezado a pintar, “¡fíjate llevaba sin coger una pintura desde la guerra y ahora me entretengo así!”.

Lali vivió la guerra a caballo entre Barruelo de Santullán, donde su padre encontró trabajo en la mina, y Aguilar, aunque donde más tiempo ha pasado es en la villa galletera, en su pueblo. Aquí conoció a su esposo Tomás y aquí tuvo a sus tres hijos: Tomás, Maite y Nacho. Ahora todos viven lejos: en Santander, Irún y Santa Cruz de Tenerife. No los ve mucho, pero habla con ellos a menudo. Tiene ya siete nietos y tres o cuatro biznietos. Casi nada.

Trabajó hasta que se casó en la fábrica de galletas Fontaneda. “Eso sí era trabajar”, recuerda, “no había tantas máquinas, casi todo se hacía de forma manual y más artesanal”. Y, “¡qué bien olían las galletas!, cuando las partías te llegaba el olor a mantequilla y a leche condensada”. Su marido también trabajó en la fábrica, estuvo muchos años en el turno de noche y cuando cumplió los 60 no se quiso prejubilar porque se encontraba “muy bien”. Lali echa de menos algunas cosas de aquellos tiempos, pero reconoce que otras han mejorado mucho. “El otro día, cuando salimos a pasear por el pueblo, no me lo podía creer, ¡cómo ha cambiado todo!, ¡qué bonito está el monasterio y la casa del Puente!”. Otra gran satisfacción  que ha tenido en los últimos días ha sido el poder visitar a la Virgen de Llano, gracias a Ángela, la fisioterapeuta. “Me alegré mucho de poder despedirme de la Virgen”, comenta, y nosotros deseamos que esa visita no sea una despedida, sino, simplemente, un “hasta pronto” y que Lali siga mucho más tiempo igual de bien disfrutando del cariño y la compañía del equipo de Tercera Actividad.