Pilar y Jacoba, Cobi, para los amigos, tienen muchas cosas en común. Ambas son mujeres, a quienes la vida no ha tratado todo lo bien que merecen. A Pilar le detectaron un tumor cerebral y Cobi arrastra, desde hace años, problemas óseos. Ambas viven en Aguilar de Campoo y han encontrado en el servicio de asistencia a domicilio de Tercera Actividad, la fórmula para mejorar su calidad de vida y permanecer el mayor tiempo posible en sus casas.
Ángela, la fisioterapeuta de Tercera Actividad, sube las escaleras hasta el piso de Pilar, lo hace dos veces por semana. Llama y le responde una voz adormilada y risueña al otro lado, “¿qué tal vamos, Pilar?”, es el saludo de la fisio, “aquí, esperándote”. A Pilar le intervinieron hace años a causa de un tumor cerebral y no quiso resignarse a quedarse en una silla de ruedas o a ver mermada su independencia y calidad de vida. Le era muy difícil desplazarse a cualquier clínica, sobre todo al principio, por lo que contrató los servicios de fisioterapia a domicilio.
En un primer momento, fue realmente duro, recuerda, cualquier contacto de Ángela significaba dolor y, por momentos, era insoportable. Pero, poco a poco, a fuerza de mucho trabajo, constancia, esfuerzo y gracias a la medicación, su situación fue mejorando. “Cuando llegaste no era capaz de ducharme sola”, comenta, mirando a la fisio. Hoy, este proceso está superado.
Tareas del día a día que para cualquiera no significan nada, para Pilar se convirtieron en un mundo a raíz de su intervención y ahora las relata como metas superadas. Es capaz de cocinar, con mucho cuidado, eso sí; riega las plantas e incluso pone la lavadora, aunque, a veces, como ella misma cuenta, “me olvide de echar el jabón”. Ha recuperado parte del equilibrio y camina más segura, a ratos, incluso, hasta sin el andador que le acompañó durante tantos meses. “Cuando el neurocirujano me vio entrar por la puerta, tras la operación, caminando, con el andador, me dijo que podía darme por satisfecha, porque nunca pensaron que pudiese levantarme de la silla de ruedas”, explica.
Hoy, anda con más confianza por su casa y ya no se agarra al brazo de Ángela como si no hubiese un mañana, cuando salen a pasear. Han logrado crear un tándem perfecto. Tras casi dos años de trabajo, se conocen y sobran las palabras para saber lo que necesitan. Su relación va más allá de la de fisio-paciente. Son, amigas. “Le doy mucha caña y ella a mí, pero a ésta no le molesta nada, ya me tiene cogido el carácter”, bromea Pilar.
“Lo da todo de sí”, cuenta Ángela, “participa en el proceso por completo, ella, su familia y sus amigos”. Y es que, la fisioterapia a domicilio requiere de la colaboración de más personas, dado que el seguimiento no puede ser diario como el que lleva a cabo en Tercera Actividad. La familia y los amigos de Pilar, son los ojos de Ángela cuando ella no está, quienes le apoyan para que pueda seguir sus pautas y quienes le dan buena cuenta de los avances.
Pilar sabe que su vida nunca volverá a ser como antes, pero no se cansa de luchar. “Me han pasado muchas cosas, demasiadas para la edad que tengo, que no es tanta, me hundo hasta lo más profundo, hasta más abajo, pero luego subo”, afirma. Tienen hasta su propio ejercicio a medida, “el ejercicio de Pilar”, una combinación de fuerza, memoria y respiración, que repiten cada día de visita de Ángela, tres veces, y que está contribuyendo mucho a mejorar la movilidad de Pilar. No es lo único que ha mejorado, también, nos explica la fisio, “su equilibrio, su autonomía y, cómo no, su calidad de vida”.
Cobi, saber disfrutar de cada instante
No muy lejos de Pilar, vive Jacoba, Cobi, para los amigos. La vida también ha sido muy dura para ella y arrastra desde hace años problemas óseos, que le obligaron a prejubilarse a los 59 años. Hasta entonces trabajó como modista, como cajera en un centro comercial de Palencia y como dependienta en una tienda de ropa. “Puedo escribir un libro”, comenta sonriente. La alegría, el ánimo y la fuerza le acompañan siempre, es más, las irradia en cada palabra.
Nos cuenta todo esto mientras pasea con Esther, su “acompañante”. Hace unos meses contrató el servicio de asistencia a domicilio de Tercera Actividad y dos veces por semana quedan para dar un paseo o hacer algún recado. “Como camino apoyándome en dos bastones, no tengo manos”, explica Cobi. “La espero como agua de mayo”, dice refiriéndose a Esther, “aunque sean dos días a la semana, es la salvación, porque sabes que puedes salir”.
Cobi no está hecha para quedarse en casa de brazos cruzados. “Mi carácter no me deja acoquinarme”, cuenta. De hecho, es asidua del club de lectura de la biblioteca municipal Bernardo del Carpio, porque le gusta mucho leer y comentar las lecturas con el resto de las personas del grupo. También está haciendo un curso de estimulación cognitiva de Cruz Roja, a través de una tableta que tiene en casa y que utiliza a diario, “me encanta”.
“A pesar de sus circunstancias difíciles, confía mucho en sí misma, tiene ánimo para hacer cosas, trabajar, cuidarse y le pone sentido del humor a todo, hasta a sus caídas”, asegura Esther. “Ah, claro, ¡eso por supuesto!, nunca me habrás oído decir ¡pobre de mí!, ni mucho menos. Cada día, cuando me levanto, digo, gracias Dios mío, porque un día más estoy aquí y estoy feliz”.
Qué sea por muchos años, arropada por lo que más quiere en la vida: sus hijos y con esa seguridad y esa fuerza que contagia a quienes le rodean. “No sé de qué pasta está hecha, pero nos tiene que dar la receta”, sonríe Esther y, sí, sin duda, tomaríamos buena nota.
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