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Nuestro equipo: Mónica Blanco

Nuestro equipo: Mónica Blanco

Tercera Actividad León, Mónica

Estudió Formación Profesional con la intención de trabajar en centros de educación infantil. El Alzheimer se cruzó en su camino, primero lo vivió con su abuelo y después con su padre. La enfermedad hizo a Mónica virar el rumbo de su vida y comenzó a realizar cursos especializados en geriatría y gerontología.

“Ver a mi abuelo, no entender qué le ocurría, me hizo pensar que este tipo de enfermedades hacen que la persona que las sufre requiera de mucha ayuda y pensé que yo podría dársela”. Además, recibió una publicidad de un curso especializado en atención a personas mayores y pensó, ¿por qué no? Todos los astros parecían conjugarse a su favor y en septiembre de 2004, comenzó a trabajar como gerocultora en Tercera Actividad, cuando el centro aún ni siquiera tenía ese nombre.

Desde entonces hasta hoy. 17 años. Casi todos en el turno de noche. “Me he acostumbrado a este horario y me gusta. No lo cambiaría”, asegura. Ella, junto con una compañera, se encarga de atender a los mayores cuando el sol se esconde. “Trabamos de 21:30 a 7:30”, explica, “lo primero que hacemos al llegar es leer los informes que nos han dejado las compañeras del turno de tarde, después preparamos los batidos y la medicación, revisamos y cambiamos de postura a quienes lo necesitan y estamos pendientes de cualquier llamada”.

Velan el sueño de quienes duermen y les cuidan para que estén tranquilos. Preparan los útiles de aseo y se ocupan de asear a las personas que están encamadas para liberar de trabajo a las compañeras del turno de mañana. Si es necesario también se toman la temperatura y las constantes vitales o avisan al médico o a la familia si acontece alguna urgencia. “Por la noche, quizá, hablamos menos con ellos, porque están dormidos, pero también los conocemos y compartimos momentos, cuando los cambiamos o cuando los atendemos”.

¿Lo qué más valora de su día a día en el centro? “El conocimiento que nos aportan las personas mayores. Cada uno es diferente y todos tienen su historia. Incluso los que apenas pueden expresarse, te hacen reflexionar y aprender”, apunta. “Son personas vulnerables, que necesitan de mucho cariño y que agradecen desde el corazón cualquier ayuda que les prestes. Eso te llena”. Quizá por eso, por el recuerdo de su padre y de su abuelo o por lo que aprende cada día, Mónica asegura que cada vez tiene más paciencia y se siente en la obligación de cuidarlos, atenderlos y devolverles parte de la gratitud que le muestran a diario.