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No hay edades sino experiencias II: Luisa, el arte y la alegría de vivir

No hay edades sino experiencias II: Luisa, el arte y la alegría de vivir

Luisa Rodríguez de Oliveira

Al verla parece imposible creer que en mayo vaya cumplir los 91. Hay personas que nacen con elegancia y estilo y, sin duda, Luisa Rodríguez de Oliveira es una de ellas. Hoy en esta nueva entrega de “No hay edades, sino experiencias” conocemos un poco mejor a esta portuguesa, afincada en España que lleva apenas un año viviendo en nuestro centro de Aguilar de Campoo.

Sus ojos oscuros brillan al hablar y su boca dibuja una sonrisa a cada instante. Contagia alegría y vitalidad. La de una mujer a quien la vida no siempre le repartió sus mejores cartas, pero ha sabido jugarlas con maestría. Natural de Guimarães, llegó a España con 36 años acompañando a su marido que era  constructor y venía a levantar unos chalets en el primer pueblo de España: Brañosera. El trabajo no faltaba y acabaron estableciéndose aquí. “También viví en Galicia”, comenta y, quizá, por eso, hoy habla una melosa mezcla de portugués y gallego, “castellano, no, pero lo entiendo perfectamente”

Trabajó muy duro, como albañil, al lado de su marido y, aunque parezcan tiempos lejanos, aún se recuerda subida a los tejados o a los andamios, haciendo masas y ayudando a levantar muros con las manos ateridas por el frío del crudo invierno montañés.

Viste a la última moda y la esbeltez de su figura recuerda el porte de una elegante modelo o actriz. Algo debe tener porque no hace falta animarle mucho para que se arranque a bailar o a cantar como la reina del fado, Amelia Rodríguez. De niña oía cantar a las mujeres de su pueblo y aprendía las canciones.  Añora su casa y a su familia, pero se siente feliz en Tercera Actividad. Nos muestra orgullosa sus trabajos, los dibujos que ha coloreado, y eso que “nunca cogí un lápiz”, dice. 

Recuerda con emoción su infancia, a sus padres y el cariño que les tenía todo el mundo en el pueblo porque “eran muy trabajadores y nunca se enfadaron con nadie”. Un cariño que, por derecho, también se ha ganado ella y que contagia a quienes le rodean. Apenas falta un mes para su cumpleaños y ¿qué le pide? Simple y llanamente, “una rosa encarnada, que me gustan”. Una flor para otra flor