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Nuestros mayores viajeros, destino: Nava de Santullán

Nuestros mayores viajeros, destino: Nava de Santullán

Cuarto viaje de nuestro grupo de viajeros de Aguilar de Campoo. Esta semana, un grupo compuesto por casi una treintena de personas, residentes, familiares y equipo técnico del centro pusieron rumbo a Nava de Santullán.

Allí fueron recibidos por María José Roldán y su marido, dos vecinos y apasionados de su pueblo, que fueron los encargados de guiar al grupo por los rincones más significativos de esta pedanía de  Barruelo de Santullán. Así, en la mejor compañía visitaron la fragua y el potro donde se calzaban los caballos, perfectamente conservada, que despertó el recuerdo de otros tiempos, al ver el horno, el afilador «a pedales» o el enorme fuelle que avivaba el fuego imprescindible para los herreros de la época. «En todos los pueblos había un herrero», recordaban Mercedes, Ángel o Elena, para precisar que «allí afilábamos los cuchillos o las hachas».


Otro lugar cargado de significado para nuestros viajeros y preservado también con mimo en Nava de Santullán: el lavadero, donde algunas de las viajeras, como Lali, rememoraba el frío que pasaban limpiando la ropa con las manos llenas de sabañones, pero también «el club social de la época«, dado que «allí se contaban todos los cotilleos del pueblo». Eso sí, con una frase clave, por si había niños o personas que no convenía que escuchasen el chascarrillo; pronunciar un «hay ropa tendida…» servía de aviso para todas las personas implicadas en la conversación y, rápidamente, se cambiaba de tema.  Del lavadero, a una original fuente, cerrada por cuatro lápidas antropomorfas reaprovechadas de otro tiempo y que hacen las veces de abrevadero de animales. 

No podía faltar la visita al santuario de Nuestra Señora del Carmen, de la que muchas residentes son devotas. Allí cantaron con la guitarra que siempre lleva a sus espaldas la fisioterapeuta del centro, Ángela Soria. Y para terminar, una buena merienda en los jardines del santuario, con tortilla, empanada, dulces y otras viandas para compartir y departir, al ritmo de la música con clásicos como «Clavelitos», pasodobles o jotas castellanas… Sin duda, un viaje repleto de reminiscencias, recuerdos del pasado y lleno de alegría e ilusión para todos los participantes.