Le encanta jugar a las cartas, no dice que no a una partida de tute o de brisca en buena compañía. Confiesa que siempre ha sido “muy bailarín” y, de hecho, así conoció a su mujer, Emilia, bailando. Natural de Villaquilambre, Gerardo lleva apenas unos meses en Tercera Actividad León y, aunque, quizá, sea un poco pronto para afirmarlo con seguridad, parece haberse adaptado perfectamente.
“Llegué por recomendación de mis hijas y, porque, cada vez era más evidente que ya no podía vivir solo”, nos cuenta. A sus 93 años, Gerardo siempre se ha defendido muy bien, es un hombre risueño, independiente y autónomo que recuerda como si fuera ayer el día en que conoció a su media naranja, Emilia. “Fue en el baile de salón que se celebraba cerca de la catedral, le invité a bailar y desde ese momento ya no nos separamos”, relata.
Tuvieron tres hijas, Ángeles, Teresa y Ana María, que hoy, siguen siendo su luz en el camino. Aunque vivieron durante un tiempo en Cistierna o en León, el lugar de referencia y por excelencia para Gerardo es su pueblo, Villaquilambre. Allí creció junto a sus padres, Luis y María Ángela y sus siete hermanos – Mercedes, Rosa, Vicente, José, Pascuala, Marcela y Clemente -. Trabajaban en el campo, como tantas otras familias del entorno y de la época. Por lo que puedo ir a la escuela hasta los 14 años y después empezó a trabajar. Primero en la cerámica del pueblo, “colocando ladrillos” y, posteriormente, en distintas empresas de construcción en la capital y en otras localidades del entorno.
Su vida no ha sido fácil, perdió a Emilia y desde hace un tiempo, su salud no es la que era. Pese a todo, la sonrisa no se borra de su semblante y, aunque, no acaba de entender del todo el aislamiento al que nos obligan los tiempos de coronavirus, alza su mano y traza con los dedos índice y corazón, la “V” de victoria. No puede haber imagen más gráfica y esperanzadora: de esta batalla, aunque sea dura, también saldremos vencedores.
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