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No hay edades, sino experiencias: Elena, una mujer muy familiar

No hay edades, sino experiencias: Elena, una mujer muy familiar

Siempre procura estar ocupada y activa. Quizá sea ése el secreto de su longevidad, cumplió 87 el pasado mes de abril, y de su vitalidad, es pura energía en movimiento. Lleva tres meses en Tercera Actividad Aguilar y está plenamente integrada en el centro. “Todos son maravillosos, nos tratan muy bien”, asegura nuestra protagonista de hoy, Elena.

Nació en Vallejo de Orbó, pero muy pronto, con cuatro años, se trasladó con sus padres y sus hermanos a Brañosera, el primer ayuntamiento de España. “Se constituyó en el año 824”, explica orgullosa y nos comenta que “siempre llevo un pin conmemorativo que me regaló una chica del pueblo”.

Sus padres tuvieron nueve hijos, aunque dos fallecieron a una edad muy temprana, “eran otros tiempos, había menos recursos”, recuerda y sus palabras transmiten una mezcla de añoranza, cariño y paz, la de quien es consciente de que pese a los años y las dificultades, su familia es “una piña”. No para de hablar de sus hermanos, le quedan cinco, repartidos entre Cantabria y el País Vasco. Además, tiene 23 sobrinos, ahí es nada, y cinco sobrinos nietos. “Nos llevamos muy bien”. De hecho, nos cuenta que no hace mucho recibió la visita de sus sobrinos de Valencia, “me trajeron una radio y, gracias a eso, ahora escucho radio María”.

Ella no tuvo hijos, pero le encantan los niños, “siempre digo que la mano de un niño con poco se llena”, explica. Su marido se llamaba Manuel, era albañil y dice que “me lo echó Santa Bárbara”, porque lo conoció durante la festividad de la patrona de los mineros. “Estuvimos seis años de novios, antes de casarnos, aunque era sobre todo por carta, apenas nos veíamos”.

Vivieron un tiempo en Brañosera y después se trasladaron a Valladolid, con una familia que buscaba una pareja sin hijos que pudiese ocuparse de la conservación y el mantenimiento de 120 viviendas. Compraron un piso en el barrio de “La Rubia”, “una casa molinera, de una sola planta”. Regresaron a Brañosera, porque Manuel padecía de los bronquios y, posteriormente, se trasladaron a la localidad burgalesa de Padilla de Abajo.

Manuel la dejó hace 17 años y aún le echa de menos, pese a tener la compañía y el cariño de sus hermanos, sobrinos y sobrinos nietos. Aún así, no pierde la sonrisa y es feliz en Tercera Actividad, donde participa de todas las actividades y se siente muy querida. “Hay bastantes personas de mi pueblo y de Barruelo, pasamos muy buenos ratos”, afirma. ¿Entre sus actividades favoritas? Pintar y bailar. “Todos nos tratan muy bien aquí. Yo les digo muchas veces que nos dan demasiado de comer, ¡hasta cinco comidas hacemos!”, dice risueña y se despide con un deseo, “¡ojalá podamos vernos pronto, para conocernos y darnos un abrazo!”.