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No hay edades, sino experiencias: Charo, tejiendo lazos de amistad

No hay edades, sino experiencias: Charo, tejiendo lazos de amistad

A Charo la encontramos en su habitación, sentada frente al televisor, no le presta mucha atención, pero les acompaña, a ella y a Maxi su compañera y amiga. Están tejiendo unos patucos y mientras lo hacen refuerzan su amistad. Charlan y pasan el rato, “sin molestar a nadie”. No acontece nada en Tercera Actividad León que pueda escapar a su atenta mirada.

“Me gusta ser servicial y ayudar a todas las personas que pueda”, asegura y, vaya si lo hace.  Todos la conocen, la quieren y la respetan en el centro, porque es atenta, amable y buena compañera. Se preocupa de todo y por todos. Quizá, porque está acostumbrada a cuidar y que le cuiden. Charo es la pequeña de una familia de 11 hermanos. “Mi madre tuvo 10 partos y 11 hijos”, nos cuenta, “uno fue gemelar”.  

¿Cómo no imaginarse a toda esa chiquillería en una única casa, hace más de 83 años, en un pequeño pueblo de la Maragateria, Lucillo? Aquellas cuatro paredes que daban cobijo a tan extensa prole debían ser una “fiesta” continua. Charo recuerda momentos de peleas y riñas entre hermanos, pero, sobre todo, de juegos y risas. Cuando apenas tenía 13 años recién cumplidos, la familia se trasladó a León,  “pase una infancia muy feliz jugando con mis hermanos a la pelota por el pasillo de casa y merendando en la calle con mis vecinas y amigas del barrio de San Esteban”, comenta.

Estudió en las Agustinas y las Carmelitas e hizo la comunión en la Iglesia de San José de las Ventas. Sonríe al pensar en esa época y al rememorar  al grupo de ocho amigas con las que salía a dar paseos y tomar café, después de misa.  “Cuando las chicas paseábamos por Ordoño II, a veces, se nos unían los chicos. Si al dar la vuelta en Santo Domingo, ellos continuaban con nosotras, significaba que estaban interesados en alguna”.

Debido al trabajo de su padre, secretario, de León se trasladaron a Luyego de Somoza, donde vivieron 15 años.  Al morir sus padres, Charo y su hermana Marujina, regresaron a la capital. “Estudié auxiliar de clínica y trabajé en la clínica maternal del Doctor Ucieda”. Recuerda con mucho cariño que fue madrina en la boda de su hermana Abelina y en la de su hermano Eleuterio.

Ella nunca llegó a casarse, pero tiene 8 sobrinos y 5 sobrinos-nietos, que la quieren con locura y se preocupan por ella. Lleva tres años viviendo en Tercera Actividad y aquí ha encontrado un segundo hogar, “me acuerdo mucho de mi casa de Luyego, pero aquí estoy muy bien. Tenemos muchas fiestas, lo celebramos todo y las chicas son muy atentas”.  Además, por su natural alegre y servicial, Charo enseña a otras residentes a tejer no solo con hilos, sino también con amistad y cariño. ¡Ah! Y le encanta pasear, “tenemos unos jardines maravillosos y ¡no sabes lo morena que me pongo a poquito que me dé el aire!”. Por suerte, llega ya el buen tiempo y pronto podrá retomar los paseos y recuperar el moreno.