Diplomada en Trabajo Social, Natalia continuó su formación realizando cursos sobre el proceso de envejecimiento, la atención asistencial a personas dependientes o los nuevos modelos de atención residencial. Comprometida y responsable es de esas personas que trabajan sin que apenas se note su presencia, de modo sutil, con elegancia, aportando calidad a todo aquello en lo que interviene.

“Siempre he trabajado en el sector de personas mayores”, comenta, “ya en la carrera desempeñé las prácticas profesionales durante dos años en la Residencia Municipal de Ancianos de Valladolid.  En 1998 empezó a trabajar en el Centro de Día de Personas Mayores de Barruelo de Santullán, municipio al que está muy vinculada familiarmente. Por aquel entonces se conocía con el nombre de Hogar del Jubilado, recuerda, y era un centro dependiente de la Gerencia Territorial de Servicios Sociales de Palencia de la Junta de Castilla y León. Allí desarrolló casi tres años de actividad profesional, como coordinadora del programa general de actividades y animación, talleres de ocio y ocupación, información y asesoramiento en la tramitación de recursos sociales y coordinación con otras entidades públicas y/o privadas.

“Hoy formo parte de un gran equipo de profesionales, asegura, “ocupo el puesto de Trabajadora Social en Tercera Actividad  Aguilar, donde empecé a trabajar hace 19 años, en junio de 2002”. El centro dispone de estancias residenciales y centro de día para personas mayores y/o dependientes. Natalia realiza tareas de información y asesoramiento a los usuarios, intervención con residentes y familias, preparación y seguimiento de nuevos ingresos, tramitación de recursos y gestión de prestaciones, participación en la elaboración y desarrollo del programa de actividades, así como la coordinación externa con los Servicios Sociales y Sanitarios públicos y/o privados.

“Puedo decir que en mi trabajo no hay dos días iguales, sabes cómo empieza la jornada pero nunca cómo va a terminar. Aunque lleve una perfecta planificación de tareas, trabajo por y para las personas, por lo que hay que adaptarse a todas las necesidades e imprevistos que van surgiendo”, comenta. Y ella, lo hace como nadie. “Cuidamos de personas que necesitan de nuestro apoyo, no solo para su autonomía funcional sino también para su bienestar emocional. Formamos parte de su vida en una etapa llena de cambios, en la que tienen que asumir las limitaciones que van llegando con la edad o con algunas enfermedades. Un momento en el que tienen que dejar su casa para trasladarse a «otra» mucho más grande, donde van a convivir con personas a las que no conocen y donde, ante todo, tiene que seguir transcurriendo la vida” 

Por eso, es tan importante empatizar de forma individualizada con cada situación, nunca hay dos personas iguales ni con las mismas necesidades”. Una vez superado el proceso de adaptación, Natalia tiene claro que el equipo “pasa a formar parte de su familia, y así nos consideran, tanto ellos como sus hijos y nietos, la confianza que depositan en nosotros ya es un reconocimiento a nuestro trabajo diario, es una satisfacción saber que hemos formado parte de las Historias de Vida de todos aquellos que nos han acompañado”.