Nuestro mayor cuidado Atención personalizada e integral
Teresa Rodríguez
Teresa Rodríguez
"Las personas mayores me alegran el día, hacen que deje la pantalla del ordenador y vuelva a coger con más fuerza mi trabajo, me enseñan a relativizar los problemas”
Cuando Teresa completó sus estudios de bachillerato en el instituto público de Aguilar de Campoo, en el monasterio de Santa María la Real, nada le hacía presagiar que su futuro acabaría tan ligado a la Fundación Santa María la Real y, mucho menos, a nuestros centros de atención a personas mayores y/o dependientes Tercera Actividad.
Su versatilidad, entusiasmo, iniciativa y capacidad organizativa son algunos de los factores que le han llevado a trabajar en nuestro centro de Aguilar de Campoo como responsable de servicios generales.
En su día a día, no se aburre. Su trabajo, como ella misma explica, es “muy variado”, dado que se ocupa de supervisar la limpieza, el orden, la higiene y el funcionamiento de cada una de las plantas del centro. Además, es quien lleva la gestión, administración de pedidos, facturación o el contacto directo con los proveedores. Y, por si todo esto fuera poco, también se encarga de tareas de recepción y atención a residentes y familiares.
Cometidos que dan buena cuenta de que es una persona flexible, muy acostumbrada al trabajo en equipo y a la resolución de conflictos. Algo en lo que, sin duda, le ayuda su formación, amplia y heterogénea. Empezó diplomándose en magisterio, en la especialidad de Ciencias Humanas; continúo realizando otros estudios de postgrado sobre acoso y ciber acoso escolar; se formó en materias como inteligencia emocional, marginación e inmigración social e incluso alojamiento, protocolo y relaciones públicas.
¿Lo que más valora de su día a día en Tercera Actividad? La experiencia que le aportan las personas mayores, “su gratitud ante cualquier pequeño gesto o sus historias”. Asegura que se ríe muchísimo y que le encanta escucharlos, “me traslado al pasado con ellos, viajamos juntos, me alegran el día, hacen que deje la pantalla del ordenador por unos instantes y vuelva a coger con más fuerza mi trabajo, me enseñan a relativizar los problemas”.
Además, ahora, cada vez que regresa al monasterio de Santa María la Real se siente más cerca de aquella joven que un día acabó sus estudios allí. Quizá, al ver su foto en la salona, como una de las alumnas de la primera promoción del instituto, sonría al comprobar que las historias que cuentan esas viejas piedras junto a las que un día estudió le son más cercanas.